Cuando pienso en alguien que le han extirpado las amígdalas, lo primero que se me viene a la cabeza es una persona mayor de 50 años. Esta barbaridad de operación tuvo mucha popularidad hace años aún siendo un fracaso, sin embargo, no nos debemos olvidar de que a día de hoy sigue ocurriendo a las nuevas generaciones.
Antiguamente, cuando se inflamaban las amígdalas o los adenoides, la única solución que se les ocurría a los médicos era extirparlos. Los médicos no sabían que todos los órganos de nuestro cuerpo cumplen una función (¿por qué iba a necesitar saber esto un médico?). Cada órgano sirve para algo y extirpar una parte de nuestro organismo es una decisión extrema. A veces se trataba de una operación necesaria, pero la mayoría de las veces no lo era en absoluto.
El riesgo de la extirpación
Según un estudio publicado por la Universidad de Melbourne, que ha analizado a más de 1 millón de niños durante un proceso de 20 años, definitivamente extirpar las amígdalas trae más problemas que soluciones.
De este estudio se dedujo que los niños que recibieron la amigdalotomía (el nombre que recibe la operación para extirpar las amígdalas) triplicaron el riesgo de contraer enfermedades respiratorias como asma, neumonía, bronquitis, enfisema o infecciones pulmonares, entre otras. Por otro lado, los niños a los que se les habían extirpado las adenoides tenían el doble de riesgo de contraerlas.
Pero no basta con esto, las personas sin amígdalas o adenoides tuvieron otro tipo de problemas. La extirpación eleva el riesgo de contraer enfermedades cutáneas, infecciones oculares, y de otro tipo además de problemas musculoesqueléticos como dolores de espalda y otras incapacidades.
Las alternativas al problema
El mismo estudio recomienda una evaluación de las alternativas a la cirugía. Gracias a la ciencia, este tipo de operaciones cada día se ven menos, ya que los médicos se han dado cuenta de que no ayuda para nada a la población. Pero, ¿cuál es la solución?
Lo primero es entender qué función tienen las amígdalas y los adenoides. Ellos, son órganos de nuestro sistema inmune. Esto quiere decir que son los órganos que ayudan al cuerpo a prevenir las infecciones y a mantenernos en forma.
Parte de la solución pasa por mantener sano nuestro sistema inmunológico de forma natural. La dieta es fundamental y es una de los elementos que más ayudan a la hora de evolucionar el sistema inmune. Por otro lado, el ejercicio físico es otro de los elementos clave. Por último, tomar el sol cada día (es necesario tener precaución cuando se hace) ayuda a subir los niveles de vitamina D en el cuerpo, la cual es uno de los nutrientes más importantes en el sistema inmune.
Y, ¿qué es lo peor para nuestras defensas? La respuesta es el estrés. Este es un punto donde la quiropráctica puede ayudarte mucho. De hecho, ¿sabías que los ajustes quiroprácticos pueden mejorar tu sistema inmune en un 200%? Consigues tener un sistema inmune el triple de fuerte que sin recibirlos. Por ejemplo, ¿sabías que los que reciben un tratamiento quiropráctico habitualmente tienen menos resfriados? Y no sólo pasa con las enfermedades menores: con la peor gripe de la historia (la gripe española) los quiroprácticos salvaron más enfermos que los propios médicos. Merece la pena conocer esa historia que ha pasado a ser historia de la sanidad.
Debemos siempre tener las opciones alternativas a la cirugía en cuenta. La quiropráctica puede ayudar a reforzar tu sistema inmune a través de los ajustes.
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